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La medicación para la disfunción eréctil (ED) se prescribe para tratar la incapacidad de lograr o mantener una erección suficiente para una actividad sexual satisfactoria.

He aquí algunos tipos comunes de medicamentos utilizados para tratar la disfunción eréctil:

 

1. Inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5 (inhibidores de la PDE5):

Esta clase de medicamentos incluye fármacos como el sildenafilo (Viagra), el tadalafilo (Cialis), el vardenafilo (Levitra) y el avanafilo (Stendra). Los inhibidores de la PDE5 actúan relajando los músculos lisos de los vasos sanguíneos del pene, aumentando el flujo sanguíneo y facilitando la erección. Estos medicamentos suelen tomarse por vía oral y son más eficaces cuando se produce una estimulación sexual.

2. Alprostadil:

El alprostadil está disponible en diferentes formas, como inyecciones, supositorios uretrales y una crema o gel tópico. Actúa relajando los vasos sanguíneos y aumentando el flujo de sangre al pene. Las inyecciones de alprostadil se administran directamente en la base o el lateral del pene, mientras que los supositorios se introducen en la uretra. La crema o gel se aplica en el orificio de la uretra.

3. Terapia de sustitución con testosterona:

En los casos en que la disfunción eréctil está causada por niveles bajos de testosterona, puede recomendarse la terapia de sustitución de testosterona (TRT). La TRT consiste en la administración de testosterona mediante inyecciones, parches, geles o gránulos. El aumento de los niveles de testosterona puede mejorar la función sexual en los hombres con niveles bajos de testosterona.

Es importante tener en cuenta que estos medicamentos pueden tener efectos secundarios y contraindicaciones, por lo que es fundamental consultar con un profesional sanitario antes de iniciar cualquier tratamiento para la disfunción eréctil. Ellos pueden valorar su historial médico, realizar una evaluación exhaustiva y recomendarle la opción de tratamiento más adecuada en función de sus necesidades individuales y su estado de salud general.

Además, los cambios en el estilo de vida, como el ejercicio regular, una dieta sana, la reducción del estrés y evitar el tabaco y el consumo excesivo de alcohol, también pueden contribuir a mejorar la función eréctil. El asesoramiento psicológico o la terapia también pueden ser beneficiosos en los casos en que los factores psicológicos contribuyen a la disfunción eréctil.

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